Este belén es una versión casi igual del famoso belén express del compañero belenista Galtxa, idea suya y que goza de gran aceptación y fama entre los belenistas ya que se trata de algo "facil" y de tamaño reducido,en este caso lo he acompañado de figuras creadas por mi.
La gran herencia de la Grecia clásica no fueron sus gestas olímpicas, ni tampoco exactamente sus filósofos o sus autores teatrales o sus grandes escultores. No fue la concepción cosmogónica de Aristóteles formulada a través de su idea esférica del universo lo que realmente nos queda, ni tampoco los poemas de Sófocles, o el teatro cómico de Aristófanes. Sino el Partenón, un edificio construido no en pro de la grandeza de los dioses sino concebido para mirar la estatura precisa y exacta de la humanidad.
Ya en la cristiandad el románico quiso atrapar la idea de dios entre sus pesados y densos muros, como si algo agónico necesitara atraparnos del mismo modo que un marido celoso pretende controlar nuestro espacio.
O más tarde el gótico quiso deslumbrarnos con su inmensidad a través de grandilocuentes e intimidatorios vidrieras, como si dios fuera esa clase de padre autoritario solemne y feroz con sus hijos, y esa luz de la tarde entrando con su violencia de colores y silencio.
De manera que es ahora, con el belenismo, cuando quisiera volver a nuestro Partenón personal. Porque no hay un dios misterioso y juez que venga a castigarnos por un mal que en realidad sólo es el mal de los hombres -si es que alguna vez existió ese mal-.
Es en la escena de un misterio donde encontramos un pesebre sencillo, con padres sencillos y un nacimiento probablemente más duro que aquel que se ve en cualquier imagen. Porque un hijo trae belleza y dolor, ambas partes indivisibles. Y puede que el único misterio esté en cuánto amamos a quien es de nuestra sangre aún cuando crecen tan distintos de nosotros.
Así que detengámonos no en dios, ni siquiera en su hijo, sino más bien en nosotros mismos en el instante en el que vimos nacer a quien queremos como si nuestra propia vida no tuviera importancia frente a la de quien queremos con fuerza arrebatadora e irracional.
No veo más amor en este misterio que aquel de una madre abrazando a su hijo recién nacido o el de un padre que promete estar siempre ahí aunque todos los océanos se sequen o el sol se apague.
Porque al final sólo quedamos nosotros, ese pequeño Partenón en el que podemos mirarnos a los ojos sin que existan estaturas, sabernos amados en un más que humilde pesebre, y ser conscientes de esa increíble, deliciosa, e íntima certeza cuando veo en tus ojos. L.S.S
1 comentario:
Magnifico texto, bonito misterio...todo acompañando a este bello blog,enhorabuena por ello...
HGM
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